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INSTITUCIONAL

sábado, 24 de marzo de 2012

Un elefante ocupa mucho espacio

Cuento de Elsa Bornemann
Que un elefante ocupa mucho espacio lo sabemos todos. Pero que Víctor,
un elefante de circo, se decidió una vez a pensar "en elefante", esto es, a
tener una idea tan enorme como su cuerpo... ah... eso algunos no lo saben,
y por eso se los cuento:

Verano. Los domadores dormían en sus carromatos, alineados a un costado
de la gran carpa. Los animales velaban desconcertados. No era para menos:
cinco minutos antes el loro había volado de en jaula comunicándoles la
inquietante noticia.
El elefante había declarado huelga general y proponía que ninguno actuara
en la función del día siguiente.
—¿Te has vuelto loco, Víctor? —le preguntó el león, asomando el hocico por
entre los barrotes de su jaula—. ¿Cómo te atreves a ordenar algo semejante
sin haberme consultado?
¡El rey de los animales soy yo!
La risita del elefante se desparramó como picado en la oscuridad de
la noche:
—Ja. El rey de los animales es el , compañero. Y sobre todo aquí,
tan lejos de nuestras selvas...
—¿De qué te quejas, Víctor? —interrumpió un osito, gritando desde su
encierro.
¿No son acaso los hombres los que nos dan techo y comida?
—Tú has nacido bajo la lona del circo... —le contestó Víctor dulcemente.
La esposa del criador te crió con mamadera... Solamente conoces el país
de los hombres y no puedes entender, aún, la alegría de la libertad...
—¿Se puede saber para qué hacemos huelga? —gruñó la foca, coleteando
nerviosa de aquí para allá.
—¡Al fin una buena pregunta! —exclamó Víctor, entusiasmado, y ahí nomás
les explicó a sus compañeros que ellos eran presos... que trabajaban para que
el dueño del circo se llenara los bolsillos de dinero... que eran obligados a ejecutar
ridículas pruebas para divertir a la ... que se los forzaba a imitar a los hombres...
que no debían soportar más humillaciones y que patatín y que patatán.
(Y que patatín fue el consejo de hacer entender a los hombres que los animales
querían a ser libres... Y que patatán fue la orden de huelga general...)
—Bah... Pamplinas... —se burló el león—. ¿Cómo piensas comunicarte
con los hombres?
¿Acaso alguno de nosotros habla su idioma?
—Sí —aseguró Víctor. El loro será nuestro intérprete —y enroscando la trompa
en los barrotes de su jaula, los dobló sin dificultad y salió afuera. En seguida, abrió
una tras otra las jaulas de sus compañeros.



Al rato, todos retozaban en los carromatos. ¡hasta el león!
Los primeros rayos de sol picaban como abejas zumbadoras sobre las pieles
de los animales cuando el dueño del circo se desperezó ante la de
su casa rodante. El calor parecía cortar el aire en infinidad de líneas
anaranjadas... (los animales nunca supieron si fue por eso que el dueño
del circo pidió socorro y después se desmayó, apenas pisó el césped...)
De inmediato, los domadores aparecieron en su auxilio:
—¡Los animales están sueltos! —gritaron a coro, antes de correr en busca
de sus látigos.
—¡Pues ahora los usarán para espantarnos las moscas! —les comunicó el
loro no bien los domadores los rodearon, dispuestos a encerrarlos nuevamente.
—¡Ya no vamos a trabajar en el circo! ¡Huelga general, decretada por nuestro
delegado, el elefante!
—¿Qué disparate es este? ¡A las jaulas! —y los látigos silbadores ondularon
amenazadoramente.
—¡Ustedes a las jaulas! —gruñeron los orangutanes. Y allí mismo se lanzaron
sobre ellos y los encerraron. Pataleando furioso, el dueño del circo fue el que
más resistencia opuso.
Por fin, también él miraba correr el tiempo detrás de los barrotes.
La gente que esa tarde se aglomeró delante de las boleterías, las encontró
cerradas por grandes carteles que anunciaban: CIRCO TOMADO POR LOS
TRABAJADORES. HUELGA GENERAL DE ANIMALES.
Entretanto, Víctor y sus compañeros trataban de adiestrar a los hombres:
—¡Caminen en cuatro patas y luego salten a través de estos aros de fuego! ¡
Mantengan el equilibrio apoyados sobre sus cabezas!
—¡No usen las manos para comer! ¡Rebuznen! ¡Maúllen! ¡Ladren! ¡Rujan!



—¡BASTA, POR FAVOR, BASTA! —gimió el dueño del circo al concluir su
vuelta número doscientos alrededor de la carpa, caminando sobre las
manos—. ¡Nos damos por vencidos!
¿Qué quieren?
El loro carraspeó, tosió, tomó unos sorbitos de agua y pronunció entonces
el discurso que le había enseñado el elefante:
—...Con que esto no, y eso tampoco, y aquello nunca más, y no es justo,
y que patatín y que patatán... porque... o nos envían de regreso a nuestras
selvas... o inauguramos el primer circo de hombres animalizados, para
diversión de todos los gatos y perros del vecindario.
He dicho.
Las cámaras de televisión transmitieron un espectáculo insólito aquel
fin de semana:en el aeropuerto, cada uno portando su correspondiente
pasaje en los dientes (o sujeto en el pico en el caso del loro), todos los
animales se ubicaron en orden frente a la puerta de embarque con destino
al África.
Claro que el dueño del circo tuvo que contratar dos aviones: en uno viajaron
los tigres, el león, los orangutanes, la foca, el osito y el loro. El otro fue
totalmente utilizado por Víctor...
porque todos sabemos que un elefante ocupa mucho, mucho espacio...


NOTA:

Este cuento que integra el libro homónimo, en 1976 fue incluido en el
CUADRO DE HONOR DEL PREMIO INTENACIONAL "HANS
CHRISTIAN ANDERSEN" por considerárselo "un ejemplo
sobresaliente de literatura con importancia nacional". El premio se
decidió en Austria y fue el primero para un escritor argentino.

En octubre de 1977, los quince cuentos que integran UN ELEFANTE OCUPA
MUCHO ESPACIO fueron prohibidos por Decreto N°3155 del PEN por considerarse
-entre otros conceptos igualmente injuriosos- que "se trata de cuentos destinados
al público infantil con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria
para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo" (sic) y que
"de su análisis surge una posición que agravia a la moral, a la familia, al ser
humano y a la sociedad que éste compone" (sic).

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