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INSTITUCIONAL

domingo, 8 de febrero de 2009

Educar es también poner límites

Diario LA NACIÓN de hoy
Los padres de adolescentes enfrentan hoy graves desafíos, entre los cuales, acaso el más difícil, si corresponde, es decir que no.
Vivimos un tiempo cada vez más difícil en lo que concierne a la dificultad con que tropiezan los padres de familia para ponerles a sus hijos adolescentes determinados límites en el plano de la conducta, con el fin natural de protegerlos y de velar por su seguridad y bienestar. Existe hoy entre los padres la fundada sensación de que sus hijos afrontan cotidianamente toda clase de riesgos, sobre todo en sus salidas nocturnas. Sienten que la noche los expone a los estragos de la droga o del alcohol, a los accidentes automovilísticos, a los secuestros, a los robos y, en suma, a los múltiples e imprevisibles desbordes de violencia o de perversión que los acechan tanto en los lugares de diversión más concurridos como en la patética y ocasional soledad de alguna calle transitada por malvivientes o violadores...
"Cuando un padre o una madre discute con sus hijos, siempre le resulta más fácil decir que sí y le es mucho más difícil decir que no", aseguró una conocida psicóloga y encuestadora social, cuya opinión apareció registrada en un extenso informe periodístico publicado recientemente. Y agregó: "Para los padres de familia, decirle que sí a un adolescente es siempre más fácil y más tentador, pues ahorra tiempo en discusiones y justificaciones desgastantes". No obstante, los padres consultados reconocen, en su mayoría, que han tomado conciencia, a la larga, de que deben aprender a decir que no, en determinados casos, en el diálogo con los hijos adolescentes, aun cuando ello les demande un gran esfuerzo moral...
Que los padres asuman el compromiso, y la autoridad, de poner límites racionales y firmes a las conductas de sus hijos. Que los hijos acepten esa realidad natural concebida para darles seguridad y bienestar, y para asegurarles el mejor futuro posible. Y que la sociedad entera comprenda que ese entendimiento entre padres e hijos es parte fundamental de una cultura que emana de su propia naturaleza y que tiende a garantizar la continuidad de los vínculos reales y el crecimiento hacia una vida mejor.

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